miércoles, 5 de febrero de 2014

POESÍA EN HUANCHACO, ENTRE EL MAR Y LA LUNA


Cada sábado de febrero, a la hora del crepúsculo, en las arenas mojadas de Huanchaco se realiza el festival de poesía “Entre el mar y la luna”, gracias al mágico montaje de Elda Delgado y Lucho Cabrera, con la inspiradora participación de jóvenes poetas y trovadores de Trujillo, Chiclayo, Lima, Piura y hasta Chile.

"El cita poética ha puesto en escena una serie de recitales que permiten ser testigos de nuestra capacidad de dar y brindar vida, extender el corazón y hacer de la poesía una fiesta de compartir", comenta el vate Parix Cruzado;

"La ciudad, que albergó e inspiró a notables poetas, vive hoy su reconciliación con la poesía, una tendencia extraordinaria que hay que seguir para subsistir en estos convulsionados días", opina el director de la librería “Vallejo Vive”, Paolo Zavaleta.

Lo trascendental -coinciden- es que estos recitales y el amor por la poesía en sus distintas expresiones traerán como resultado que Trujillo, en pleno, se vuelva a enamorar de sus letras, dejando atrás las banalidades a las que nos estamos mal acostumbrando.

Un momento memorable de la primera tarde fue cuando una niña –inspirada en aquel mágico momento - hizo danzar la poesía frente a un micrófono débilmente iluminado por un ocaso que también revelaba su propio recital lírico desde su lejano emplazamiento.

Versos, mar y crepúsculo
Rafael Ríos (Trujillo 1991) y Octavio Solano (Chocope, 1994) fueron los encargados de “romper los fuegos poéticos” a las 5:30 de la tarde. 

“Existen días discretos/ espacios ajenos que carecen de rostro, /días, en que el mundo reposa en mis vidrios y disfruto de él, /como si fuese de otro /así, tal como estoy /rodeado de nubes opacas /indultado a moverme / sin los trajes de triste /ni los cortes de alegre /así, tal como estoy…” empezó Ríos para provocar los primeros aplausos del respetable.

En el contrapunto entró Octavio con versos que exclamaban: “Habrá que aprender de la oscuridad / de los bailes incandescentes /de los suaves ritmos de las brujas / /habrá que oír el compás / de los pasos de nadie en el silencio ... /cosernos los labios, despacio /perforando los huesos /cantarnos las plegarias”.

Parix Cruzado (Trujillo 1979) declamó un poema de su libro “Treintaitres”: "Antes dije en esta misma playa y sobre ella / que aquí era imposible guardar la paz / evitar renacer en un instante / como el animal que escribe y deja de vivir / que se aparta de lo grato del viento y de la libre extensión / para encasillarse en un terrible asunto legible trascendente..."
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Oscar Ramírez (Lima 1984) de “Inventario de Imágenes: / Mar o luna. / Cristal o acero penetrando la noche. / Luz o fiebre de cúpulas / rechinando en secretas voces./ Murmullos. Herida azul./ Alba. Rendija de sol./ Nocturnos telares perdieron el brillo / mientras se avivan en ellos / las cárceles y el tiempo. / Sobre el horizonte,/ la perpetua burbuja de fuego”.

Minutos antes del ocaso fue el turno de Cecilio Venegas (Trujillo 1968) con versos que cantan a su balneario: “Linda mariscadora / compañera de mi quietud / eres como la bella sirena/ que canta en el inmenso mar… / con tus redes y mi caballito / hoy tu amor he de pescar”.

Y en el preciso instante del crepúsculo hizo su aparición el poeta chileno Juan Carreño Acuña (Rancagua 1986): "Conocí a la Chica días antes / del fin del mundo./ Cristo había llegado hace tiempo / y vivía en la Santo Tomás./ Por esos días la gente andaba en la magia / aplaudiéndose la cabeza./ Éramos pura bulla./ Vimos los supermercados transformarse en perreras / y los carros de sopaipillas/ en palomares/. Sólo alcanzaba para quedarnos escuchando árboles./ Por esos días ya estábamos todos tan /solos /que ni nos dimos cuenta / cuando de un sablazo/ el cielo se nos rajó”.

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